Reseña: Tres cuentos de Gustave Flaubert
- Natalia Giron
- 17 jul 2018
- 4 Min. de lectura
Años escuchando hablar de Gustave Flaubert y su Madame Bovary, hasta que al fin leo algo suyo. ¿Tarde? Puede que sí, quizás los clásicos no son lo que más me atrae, pero nunca es tarde para comenzar. No he leído todavía a Madame Bovary aunque ya vi la película. Pero espero hacerlo pronto.
Flaubert fue un escritor francés del siglo XIX, al parecer muy influenciado por sus viajes a Europa y medio oriente, su amor por el campo y su odio por la burguesía.
Comienzo con esta pequeña descripción, porque ahora que he decidido escribir una pequeña reseña de cada cosa que leo, encuentro totalmente necesario conocer algo del autor y si es posible de sus personajes para poder terminar de entender una obra. Sin esto, creo que sólo quedan percepciones superficiales de lo que uno logra entender de un libro.
Tres cuentos, agrupa a tres relatos: “Herodías”, “La leyenda de San Julián El hospitalario” y “Un corazón sencillo”. Tres relatos muy diferentes entre sí, porque si el autor quiso unirlos en un libro queriendo representar algún concepto, sentimiento o preocupación, yo no pude descifrarlo.
“Un corazón sencillo”, cuenta la historia de una criada en una casa de clase alta en Pont-l´Evéque en Normandía. Un relato que expone abiertamente las relaciones de una señora y su servidumbre y que realza la soledad y el valor de la lealtad como eje principal que une a la protagonista con su trabajo dentro de la casa. No siendo lejano a la realidad que todavía se vive, la historia de Felicidad (así se llama la criada) es el fiel reflejo de la vida de una niña pobre, huérfana, explotada, que encuentra al fin paz y consuelo en el abrigo de una casa que le provee dinero, hospedaje y comida a cambio de su trabajo continuo. A fuerza de pasar todo el día con su señora y sus hijos, termina sintiéndose parte de la familia y termina por celebrar sus alegrías y llorar sus desdichas como una más, pero que en realidad nunca fue una más. Felicidad despierta ternura con su actitud inocente y en extremo amorosa, despierta tristeza con sus repetidas pérdidas de lo que siente que más ama en el mundo y finalmente despierta una pena y desolación infinita con su resignación y entrega a la muerte como algo inevitable y no como la consecuencia de ese abandono.

“La leyenda de San Julian el hospitalario” se ambienta en un tiempo medieval en cualquier castillo rodeado de paz y abundancia. Un matrimonio con una vida perfecta logra tener un hijo hermoso e inteligente que crece con todos sus deseos satisfechos en medio de la idolatría de sus padres.
Pero cuando lo envían a cazar por primera vez, se encuentra con su perdición. Amante de la sangre y eufórico ante el sufrimiento y la fauna silvestre, no se detiene ante su atracción y asesina con ayuda de sus perros y sus armas a conejos, nutrias, grullas, castores, tejones, pavos, mirlas, zorros, linces y decenas de animales que desconocía.
“Daban vueltas en torno a él temblorosos, con una mirada llena de dulzura y de súplica. Pero Julián no se cansaba de matar”, sin duda lo que más me impactó. Ciertamente un panorama fantasioso, Flaubert congrega en un solo sitio, en un solo bosque, infinidad de animales hermosos que le salen al encuentro y que Julián termina aniquilando. Quizá mostrando como en este mundo, una clase que se considera superior destruye a su paso la pureza y la belleza de todo lo natural.
Julián termina por recibir una maldición de un ciervo al que dispara y se le abalanza gritándole: “¡Maldito, maldito, maldito, un día asesinarás a tu padre y a tu madre!”. Ante tal premonición, el miedo lo lleva muy lejos de su casa queriendo evitarla a toda costa. Años después, cuando vuelve a caer en la trampa de la caza y por una nefasta casualidad, asesina a sangra fría a sus padres. Al descubrir la verdad, la pena lo derrumba y termina viviendo en la miseria y lavando sus pecados hasta su muerte.
“Herodías” es el relato sobre la princesa Herodías, su esposo Herodes Antípas y su hija Salomé que cuenta en forma de cuento la intriga para la decapitación de San Juan Bautista y hace una exposición del ambiente político en Judea y de las relaciones entre romanos, filisteos, judíos. No disfruté tanto leyéndolo, debido a su infinidad de palabras de armas y guerra antiguas y gran cantidad de personajes que se me hacían difíciles de recordar y atar en la historia.
En todos los relatos bajo un mismo estilo y un mismo tipo de narrador (omnisciente), Flaubert describe con precisión castillos, campiñas, montañas, desiertos y ciudades con gran maestría y un vasto vocabulario. Leí sobre su devoción por encontrar siempre la “palabra justa”.
Para escribir esta reseña, busqué en internet que quería decir un “clásico” en literatura y me encontré con definiciones de otros escritores como Italo Calvino que dicen que un clásico es “un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”, pero también se extiende a autores y sus obras que permanecen en el tiempo, que aportan al patrimonio cultural de la humanidad. Flaubert es un escritor que se ha ganado un lugar en esta categoría, quizá por buscar siempre la palabra justa y quizás por desvelar en sus obras lo más bajo y los más elevado de la naturaleza humana.
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